Vermut vecinal contra el botellón en el Poblenou
Fiesta ciudadana para denunciar el recrudecimiento tras la pandemia de un problema histórico.
Vecinos del Poblenou montaron ayer en la calle Pere IV, entre Pamplona y Àlaba, un reivindicativo vermut ciudadano para denunciar de un modo muy festivo la proliferación de botellones en las calles de su barrio a medida que la pandemia se atempera. Hablamos sobre todo de ruidos, de noches sin dormir, de gritos y peleas de madrugada, de ansiedad, de tranquilizantes y calmantes, de orines en el portal, de buzones reventados...
Lo de que la gente se ponga a beber combinados espirituosos en vasos de plástico en grupo en cualquier esquina durante las noches no es para nada nuevo en este lado de Barcelona, tal y como explican en su alegre protesta, entre puestos de artesanía, pinchadiscos y pasteles, vecinos miembros de la constituida hace apenas tres meses plataforma ciudadana SOS Triángulo Golfo.
Lo que está ocurriendo últimamente, lo que antes no pasaba tanto, tratan de destacar estos vecinos con el sueño hecho un asco, es que el virus, las restricciones y la precariedad trajeron unas nuevas costumbres entre buena parte de la gente joven que poco a poco se están consolidando.
Si bien hasta no hace mucho el botellón era principalmente un aperitivo de la discoteca y otros garitos, un momento previo al gran jolgorio bajo techo, ahora, últimamente, es la fiesta en sí, el verdadero objetivo. Vas de botellón, y punto, aprovisionándote en colmados, hasta el alba. La mayor parte de las docenas de participantes de estos nuevos y maratonianos botellones no se van luego a ninguna discoteca, en realidad no se van a ningún lado, se quedan ahí, debajo de tu ventana, durante toda la noche, bebiendo, riendo, discutiendo, berreando, vomitando, bailando y haciendo otras cosas que tampoco es necesario detallar.Sí, también bailando, porque la pandemia y aquellas restricciones al ocio nocturno pusieron de moda los grandes altavoces conectados al móvil vía bluetooth. A la postre parece que estén en tu propia vivienda, ahí mismo, en el salón. Además, lamentan también los vecinos, no se trata únicamente de un fenómeno de fin de semana. En muchas ocasiones el sarao arranca los miércoles, con mayor o menor intensidad, y a veces los martes.
Lo de montar un vermut vecinal abierto a todo el mundo con juegos, cuentacuentos y una gran paella a modo de protesta no es únicamente un modo de llamar la atención de los políticos y de los medios de comunicación, es también una manera de reconquistar un espacio público que se antoja perdido, de recuperar unos puntos de encuentro ciudadano lentamente arrebatados por el incivismo. Lo de colgar vídeos de denuncian en las redes sociales ya les cansaba.
La plataforma ciudadana SOS Triángulo Golfo, exige a las administraciones, al Ayuntamiento y a la Generalitat, que espabilen un poco, que no envíen a los guardias urbanos y a los Mossos d’Esquadra a las tantas de la madrugada, cuando la fiesta ya está en todo lo alto y sus participantes bien embriagados y eufóricos, cuando en realidad resulta tremendamente complicado intervenir, sino mucho antes, a las diez de la noche, por poner un ejemplo, cuando llegan los primeros participantes cargando con sus bolsas de plástico.
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